Como en todos los primeros de mayo, recordamos aquel otro de 1886 y como la represión más atroz cayó sobre los anarquistas con la ejecución de los llamados «mártires de Chicago». Más de un siglo después, los anarquistas seguimos en el punto de mira del Estado. Ante esta escalada represiva debemos responder con nuestra solidaridad con los detenidos y encarcelados redoblando la lucha en las calles y en los puestos de trabajo, demostrándoles que ni les tenemos miedo ni dejaremos de intentar acabar con la miseria en la que nos mantienen.
Saben que somos la única alternativa real frente al control y la explotación de su sistema capitalista, que tiene en el TTIP (tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos) otra nueva vuelta de tuerca que viene a confirmar que para ellos las personas somos mercancía, la libertad es dinero y el trabajo es sumisión, esclavitud y pobreza.
Tenemos que tener presente en este año de circo electoral que nuestro voto dará legitimidad a los políticos, nuevos y viejos, para que continúen legislando sobre nuestras vidas (reforma laboral, educativa, ley mordaza…), aumentando el control sobre quienes se organizan al margen de partidos políticos u organizaciones subvencionadas y allanando el terreno a este sistema que cada vez genera más desigualdad e injusticia.
Y es que no podemos prostituir la libertad equiparándola al simple acto de meter un papelito en una urna cada vez que nos lo ordenan los de arriba. Sólo conseguiremos avanzar hacia un mundo mejor si damos la espalda a ese entramado de parásitos que sólo quiere vivir a nuestra costa desde ese invento que se llama democracia. E igual sucede en los centros de trabajo, donde los comités de empresa roban la voluntad y el protagonismo a los trabajadores en la resolución de sus propios problemas. Todos buscan desmovilizarnos para conseguir nuestra sumisión, pero nosotros debemos responder con nuestra rebeldía, conquistando nuestra libertad desde el apoyo mutuo, la solidaridad y la acción directa, sin líderes ni jerarquías.