Desde noviembre de 2018, miles de estudiantes de Europa, América, África, Asia y Oceanía abandonan las aulas cada viernes para manifestar su rechazo a las nefastas políticas que, el conjunto de los Estados del mundo, están realizando en materia ambiental. Ya han demostrado su fuerza: es habitual la participación de miles de personas, hasta 45.000 en Suiza y Alemania el 17 de enero.
Los estudiantes se han organizado de forma espontánea, descentralizada y sin una dirección firme, atendiendo cada uno a lo que consideran sus prioridades concretas en su entorno. Las demandas, por tanto, son variopintas, pero todas apuntan en la misma dirección: la necesidad de tomar medidas urgentes contra un capitalismo salvaje que afecta a todos los ecosistemas del globo.
En el Estado español surgen varias iniciativas y en nuestro entorno más cercano, Madrid, se convocó el pasado viernes 22 de febrero una primera asamblea para llevar a cabo las primeras acciones. Poco tiempo han necesitado determinadas organizaciones verticales para intervenir, queriendo posicionarse en una cabeza que, por la propia naturaleza del movimiento, consideramos que no puede existir.
Cooperando entre ellos, grupos de estudiantes en todo el planeta pretenden realizar una huelga de estudiantes global el próximo viernes 15 de marzo, como una gran demostración de fuerza ante la pasividad de los gobiernos.
Desde el Sindicato de Enseñanza e Intervención Social de la Federación Local de Madrid saludamos la iniciativa de los estudiantes y damos nuestro apoyo a la huelga, tendiendo una mano a aquellos grupos de estudiantes que, en nuestro entorno, consideren que la participación popular libre de injerencias partidistas es imprescindible. Comprendemos que esta huelga puede ser el inicio de una iniciativa más global que no solicite mínimos sino que exija máximos.
Consideramos, no obstante, que las medidas reclamadas hasta ahora son insuficientes y puede irse mucho más lejos. Desde una perspectiva ambiental, los cambios necesarios en nuestro sistema productivo han de ser mucho más radicales y drásticos que los propuestos. Entendemos que las reformas verdes del capitalismo no van a acabar con el problema, porque la acumulación de capital es, por definición, enemiga de cualquier equilibrio entre el ser humano y el resto de la naturaleza. Quienes comprendan esto, y que para alcanzar estos objetivos es imprescindible una organización horizontal, nos tendrán luchando en la misma barricada.
Contra el ataque al medio ambiente, al planeta que nos alimenta y nutre a todas, nos tendrán de frente: por un cambio de modelo productivo que no sólo nos permita vivir de forma libre y solidaria, sino que pueda reproducirse en las generaciones venideras.